Internet y la Huella Digital
Navegar en la red ya es un pasatiempo normal, compartir un video en Facebook, replicar un tweet o simplemente dar un like en Instagram, son parte de nuestra vida diaria. Las redes sociales se han convertido en el lobby de muchos acontecimientos mundiales que permiten a los internautas estar cada vez más cerca y compartir su opinión.
Antes de despertar en la mañana ya tenemos una vida tecnológica programada, suena la alarma a las 7:00 am, revisamos el teléfono, respondemos un email, chequeamos nuestra agenda, prendemos nuestra laptop, leemos noticias, descargamos documentos PDF e incursionamos en la nube. Al salir usamos una aplicación de GPS o simplemente pedimos un domicilio y mantenemos una vida activamente conectada gracias a los datos móviles. Todo esto a un solo click.
Sin embargo, lo que muchos no saben es que el simple hecho de enviar un email tiene una huella de carbono digital, como cada interacción en la red. Se estima que una búsqueda en Google produce 0,2 gramos de dióxido de carbono, un correo almacenado en tu bandeja de email otros 10 gramos de C02 al año. Tal vez estas cifras no te alarmen pero que tal si multiplicamos las búsquedas de Google por lo que se estiman son 63.000 por segundo, un total de 5.600 millones de búsquedas por día, para un estimado de 2 billones de búsquedas al año (Cepymenews, 2022).
Ahora, sí estas cifran no son suficientemente alarmantes este tipo de empresas de información digital usan bases de datos que almacenan información y por consecuencia necesitan estar conectadas las 24 horas del día, los 365 días del año y otras tantas como Google que se dedican explícitamente al mercado digital, operan con el mismo método. Nunca paran.
Para realizar todas estas interacciones se necesita de una fuente de electricidad, esta electricidad es producida mediante gas o combustóleo que a su vez al procesarse se convierte en dióxido de carbono (CO2) un gas de efecto invernadero muy potente en nuestra atmósfera y uno de los principales responsables del cambio climático y el calentamiento global.
El dióxido de carbono es uno de los gases más frecuentes en la atmósfera y aunque no es el más letal, su producción masiva lo hace ser uno de los más responsables del desequilibrio climático.
Se estima que existen unas 40.000 toneladas de dióxido de carbono en nuestra atmósfera en comparación al inicio de la revolución industrial donde se estimaba que existían unas 250 partes de dióxido de carbono por millón (ppm).
Los estudios demuestran que para mayo de 2019 existían unas 415.39 partes por millón (The Keeling curve, 2019). Se estima además que la atmósfera es capaz de soportar 440 ppm, por lo tanto, si se supera esta cifra puede traer grandes consecuencias para la formación y perseverancia de la vida en la tierra. Es decir, nos encontramos en el umbral del caos climático más importante de nuestra era.
Recientemente en el 2021, los grupos intergubernamentales de todos los países se volvieron a reunir a comprometerse con el protocolo de Kioto, creado exclusivamente para reducir los gases de efecto invernadero como un instrumento a poner en práctica lo acordado en el marco de las Naciones Unidas.
Este protocolo fue creado en el 1992 y tenia un plan de acción para los años venideros, sin embargo, los países no se comprometieron totalmente a la ejecución y es por eso que para el 2021 se creo nuevamente el tratado de Glasgow en Escocia, el 31 de octubre del 2021. Para la cumbre del 2021, llamada la COP26 se volvió a hablar del compromiso y la responsabilidad que los países tienen con cumplimiento de estos acuerdos y no solo del cumplimiento como tal, sino también de la responsabilidad que cada país tiene en las emisiones generadas al planeta. Para este caso los países del primer mundo son los mas afectados puesto que, al ser los mayores emisores de dióxido de carbono dados sus volúmenes de producción industrial, podrían incurrir en grandes sanciones por el incumplimiento del protocolo. Algunos de los nuevos compromisos para esta cumbre son, nuevamente no solamente disminuir el CO2 en la atmósfera, sino también la disminución del Gas Metano, otro gas de efecto invernadero responsable de al menos el 25% del calentamiento global actual.
Para la disminución del dióxido de carbono en la atmósfera hoy en día existen distintos mecanismos como lo son los bonos de carbono, que funcionan como créditos transables, cuyo mecanismo de emisión, compra y venta funciona tal como lo hacen los bonos tradicionales del mercado. Además de medir la contaminación por medio de toneladas, también gestionan proyectos que llevan acabo la disminución del CO2 en nuestra atmósfera, algunos proyectos son la siembra de arboles y recuperación de bosques.
Sin duda esta es una herramienta que las pequeñas, medianas y grandes empresas pueden usar para compensar sus emisiones y estar a paz con su responsabilidad ambiental.
Existen otras prácticas en las que podemos reducir nuestra producción de dióxido de carbono diario, algunas de estas son:
✅ Comprimir archivos que deseemos enviar por correo electrónico.
✅ Vaciar nuestra bandeja de email.
✅ Cerrar las pestañas que no estemos usando en el celular.
✅ Cancelar suscripciones a blogs o newsletters que ya no leamos.
Además de tener un consumo de internet con conciencia al navegar en redes sociales, es decir, reconocer el consumo de estas plataformas de interacción social y repensar si es algo productivo o como alternativa, limitar una cantidad de tiempo al día en entretenimiento. Consumir productos y servicios de empresas que consideren el impacto ambiental y trabajen continuamente en disminuirlo. Por último, hacer un voz a voz de este tipo de información y maneras en las que podemos disminuir la huella de carbón digital, así llegaremos a que muchas más personas sean conscientes de su impacto. Estas pequeñas acciones pueden hacer significantes cambios en nuestro planeta, cada acción cuenta y el momento es ahora.